La temporada 2019 estaba llamada a suponer un punto de inflexión para Lucas de Ulacia, piloto madrileño del Kawasaki Palmeto PL Racing Team en el ESBK. Después de varios años en la categoría reina del Campeonato de España de Velocidad, Lucas de Ulacia afrontaba la pretemporada con más ganas que nunca, tras haber pasado los meses invernales entrenando al máximo y haciendo casi diariamente supermotard y motorcross.
De esta manera, el joven piloto madrileño comenzaba el trabajo de 2019 con su equipo con la máxima ambición, consciente de que esta temporada podía suponer un antes y un después, dando un paso adelante en la clasificación de la categoría más exigente de la competición nacional. Sin embargo, una dura caída en el último test de pretemporada dio al traste con todo. Tras ella, la columna vertebral de Lucas quedó fuertemente dañada, dejándole en un estado tetrapléjico. Ahí, en ese momento, empezaba una nueva competición para él, una competición por recuperarse al máximo posible y que se lleva a cabo cada día con duro trabajo por parte de Lucas y de sus médicos y fisioterapeutas. Una competición diaria dominada siempre por un pensamiento: el de la superación propia de un piloto de élite.
El año 2018 acabó con Lucas en un buen estado, tanto de forma como en pista, con una última prueba en Jerez en la que las cosas fueron bien y Lucas demostró un buen ritmo, una buena sintonía con la moto después de un duro año en el que las cosas no acabaron de salir del todo bien. Unos meses después, en el mismo escenario, el Circuito de Jerez – Ángel Nieto, marcaba un antes y un después en la carrera deportiva de Lucas de Ulacia y, sobre todo, en su vida. La última curva del trazado gaditano se convirtió en un punto negro en el que el piloto madrileño sufrió una brutal caída. Su Kawasaki ZX-10RR llegó a esa curva con las pastillas de freno delanteras separadas del disco debido a una salvaje sacudida producida pocos metros antes. En el momento de frenar, Lucas no pudo parar la moto de manera normal y esos metros de frenada perdidos supusieron que la escapatoria en la curva 13, una escapatoria corta ya de por sí que además se vio reducida al asfaltar un buen puñado de metros, fuese del todo insuficiente.
Una dura caída en la que la escapatoria no fue suficiente
Entrar a toda velocidad en la grava fue un enorme problema, pero el problema mayor fue que a muy pocos metros se encontraba el muro. Ese mismo muro fue el que detuvo en seco a Lucas y fue el que hizo que el piloto quedase inmóvil frente a su moto, que décimas de segundo después se empotró contra Lucas haciendo que su cabeza se doblase más allá del límite capaz de soportar por sus vértebras. En ese momento, la vida de Lucas quedó pendiente de un hilo, el hilo de médula que afortunadamente quedó sin seccionar por completo. Dos de sus vértebras quedaron machacadas y hechas añicos, originando una gravísima lesión que obligó a los médicos a realizar diversas operaciones críticas y que mantuvo a Lucas en la UCI del Hospital de Cádiz más de un mes.
Una vez pasado ese tiempo, cuando su vida ya no corría peligro, comenzó esa competición en la que De Ulacia a sus 24 años sigue inmerso y en la que tendrá que seguir luchando mucho tiempo todavía. En ese punto, el piloto del Kawasaki Palmeto PL Racing Team fue trasladado al Hospital Nacional de Parapléjicos, en Toledo. Allí fue donde Lucas tuvo que comenzar a trabajar duramente en su recuperación. Allí fue donde Lucas comenzó a demostrar su fortaleza y su determinación, convirtiéndose en un ejemplo de superación.
Lo primero con lo que tuvo que luchar Lucas a su llegada a Toledo fue con una infección que le mantuvo apartado del trabajo durante unos días. Una vez superada, comenzó el trabajo y lo hizo de manera intensiva. Con un pronóstico difícil pero siempre con una actitud positiva, De Ulacia planteó su tratamiento diario como si de una competición contra su estado fuese. Su incapacidad de mover las piernas y la gran dificultad para mover sus brazos y sobre todo manos se convirtió en su rival, su rival a batir. Y el único medio para intentar batir a ese rival era el trabajo constante y duro.
Para poder mejorar todo lo posible, De Ulacia afrontó su estancia en el Hospital de Parapléjicos de Toledo como si de una sucesión de jornadas laborales se tratase. Cuando el resto paraban para descansar, Lucas continuaba con su ejercicio físico, dedicando horas y horas a actividades que le llevasen a recuperar primero el movimiento de los brazos y posteriormente, la capacidad de utilizar las manos y los dedos con la mayor precisión posible. En ese estado, poder comer de manera autónoma ya es todo un reto, cuanto menos poder hacer otras actividades más complejas.
Saber gestionar la rutina, un punto clave
Así, fueron pasando primero las semanas y luego los meses con una continua evolución. En algunos momentos más rápida y notoria, en otros más sutil y menos perceptible, pero siempre muy buscada y trabajada, conseguida con mucho esfuerzo del propio Lucas y de todos los profesionales que trabajan mano a mano con él. “Querer mejorar me lleva a trabajar mucho” es la manera en la que el propio Lucas resume la situación de la mejor manera.
De nueve de la mañana a dos de la tarde y de cuatro a ocho llegan una sucesión de actividades en las que se buscan diferentes objetivos, desde ganar fuerza hasta ganar sensibilidad con distintos tratamientos. Por la tarde, la misma rutina para conseguir ser cada día más independiente y más autónomo. Bicicleta manual, terapia de manos, fisioterapia, estiramientos, pesas… la pelea es continua, dejando únicamente dos horas a medio día para poder descansar y recuperar fuerzas antes de seguir.
Saber gestionar esta rutina no es nada fácil, ya que muchas veces juega en contra en el plano psicológico llevar casi ocho meses repitiendo día tras día, semana tras semana. Es duro mantener el rendimiento al máximo durante tanto tiempo y en una situación así, pero no queda otra. Con el objetivo de poder volver a andar, todo esfuerzo es doblemente importante aunque no vaya destinado en exclusiva a recuperar la movilidad de las piernas. “Está claro que por hacer más pesas no voy a volver a andar antes, pero si estaré mejor en ese tiempo hasta que lo consiga. Poder ir en mi silla sin que nadie me empuje o poder comer sólo es muy positivo para mí”.
La parte negativa viene con esa lentitud a la hora de ver los resultados de tanto esfuerzo. Cualquiera que vaya a visitarle con dos o tres semanas de diferencia entre visitas puede apreciar el avance, pero vivirlo día a día hace que llegue un punto en el que no valoras cuánto estás mejorando sobre todo en un proceso tan lento como este. “Hay veces en las que me desespero porque no veo los resultados fácilmente, pero aun así hay que seguir, la cuestión es no rendirse y no parar”.
Ahora llega otro punto de inflexión para Lucas de Ulacia, ya que hace unas semanas recibió el alta del Hospital de Paraplejicos, donde consideraron que es mejor que continúe con la rehabilitación en su casa, desplazándose todos los días a un centro especializado donde seguir con su lucha. Como él mismo reconoce, este cambio es una fuente de nueva motivación para salir de la rutina que en algunos momentos le ha llevado a una saturación psicológica. Con este cambio, que trae más variedad en su día a día a la hora del tratamiento, llega esa ayuda extra de estar rodeado de su familia que en todo momento ha estado a su lado desde el día de la caída y que también ha luchado para darle a Lucas las mejores condiciones y todas las facilidades posibles en su rehabilitación.
En una carrera, la meta es ganar. En esta nueva competición, el objetivo es el de conseguir la mayor normalidad posible. Y si hay algo claro para Lucas, es que sólo se llega a ese punto con mucho esfuerzo y con superación constante, mucha superación. La superación de un piloto.
Una cobertura injusta
Los problemas físicos son la primera consecuencia de una situación como la de Lucas de Ulacia, pero no los únicos. Existen otros que también hacen las cosas más difíciles. Desafortunadamente, una lesión medular, o cualquier otra lesión grave que sufra un deportista de élite, genera una situación económica muy desfavorable. Poder recibir un tratamiento adecuado, que en muchos casos puede suponer la diferencia entre recuperarse al menos lo mínimo para tener unas condiciones de vida aceptables o estar postrado en una cama, es algo muy caro, fuera del alcance de la mayoría de las personas.
Es en ese punto donde el seguro de la licencia federativa debería estar ayudando, pero lamentablemente la situación es muy distinta. La práctica del motociclismo es arriesgada, no cabe duda, y todos los pilotos asumen ese riesgo como algo que está ahí. Sin embargo, lo que resulta algo chocante es que el seguro contratado por la Real Federación Española de Motociclismo es poco mayor que el mínimo fijado por un Real Decreto, aprobado en 1993.
Esa ley obliga a las federaciones, independientemente del deporte que sean, a que la cobertura sea de 12.000 euros en caso de invalidez permanente. Lamentablemente, en estos 26 años poco se ha hecho para mejorar esas coberturas, alegándose que es un deporte con mucha siniestralidad. Esta situación, que año tras año no ha sido mejorada, deja prácticamente desatendidos a los pilotos que, como Lucas, se ven tristemente envueltos en una situación de este calibre.
Esa es precisamente la queja más amarga por parte de la familia De Ulacia, que lamenta profundamente la poca ayuda que reciben los pilotos en estas situaciones. Lamentablemente, con 18.000 euros no llega para cubrir ni una pequeña parte de los gastos que una invalidez genera, a pesar de que no se haya hecho mucho en las últimas décadas para mejorar esa situación.